

La persecución de la libertad de expresión y su cercenamiento crecen exponencialmente en España.
Después de conocer la semana pasada el terrible informe de Amnistía Internacional, “España, el derecho a protestar amenazado”, que evidencia el acoso que sufren los manifestantes y los colectivos sociales en nuestro país y denuncia que el Gobierno busca asfixiar la protesta pacífica legítima, esta semana le llega el turno a la asfixia de las redes sociales.
No contentos con criminalizar a los ciudadanos que expresan sus ideas en la calle a muestra de pancarta y suela desgastada, el Gobierno del Partido Popular ha puesto ahora el ojo en las expresiones a golpe de tecla, y nos ha dejado boquiabiertos con la reciente Operación Araña, que ha conducido a 21 tuiteros ‘al cuartelillo’, asaltados para ser detenidos con su smartphone en mitad de la calle o sacados de sus casas en pleno sobresalto.
“Buscamos a gente que tenga a partir de 2.000 followers en el caso de Twitter o 1.000 amigos en el de Facebook, ya que para que haya delito en este caso tiene que concurrir el elemento de publicidad [que la exaltación, la injuria o la calumnia tengan una gran difusión]”.
Sin embargo, los 21 detenidos apenas contaban con 40.000 seguidores entre todos, una media por debajo de los 2.000 cada uno, lo cual en la red social Twitter, donde se suele responder siguiendo a quien te sigue, es bastante poco relevante.
La “mayoría” de los detenidos, según la Policía, son «simpatizantes de ETA», aunque ninguno de ellos ha tenido relación directa con la banda o el entorno violento, la mayor parte es de fuera del País Vasco y la mayoría no han dado muestras de interesarse demasiado la independencia de Euskadi, pero esto no ha impedido que hayan sido identificados como supuestos propagandistas de la antigua banda terrorista.
Un claro ejemplo de esta persecución del crimental es el caso de Aitor Cuervo Tabota, poeta que usaba la violencia como hipérbole para sus poemas, o el de la cuenta de Twitter dedicada al humor de distintos tipos sobre múltiples temáticas, que tuvo la mala suerte de contar algún chiste sobre Carrero Blanco.
Otro caso paradigmático es el de Begoña, una gallega de 46 años quien, por error, usó como imagen de su perfil una fotografía en la que aparecía un minúsculo anagrama de ETA. Begoña, que tiene una minusvalía del 73 % y desprendimiento de vítreo en ambos ojos y no se había percatado del anagrama de la banda vasca, dice «casi no se ve, estaba en chiquitito en una esquina», y añade: «si hay una redada en toda España por apología del terrorismo y yo soy una de las arrestadas, ¿qué pasa en este país?».
Begoña ha formulado la pregunta correcta: ¿qué pasa en este país? Un país en el que se condena a dos años de cárcel al músico Pablo Hasél por el contenido de algunas de sus canciones, un país en el que se prepara una ley de (supuesta) Seguridad Ciudadana que condena a multas de 600.000 euros por convocar una manifestación legítimamente o por grabar con el teléfono móvil una intervención policial, un país en el que se entra a detener a gente en su casa por el delito de haber enviado un tuit más o menos jocoso.
Qué está pasando en este país, sí, pero también ¿qué más va a pasar en este país? Las palabras son perseguidas como enaltecimiento del terrorismo porque, no lo olvidemos, terrorismo será aquello que los señores que hacen y aprueban las leyes tengan por conveniencia considerar como terrorismo.
Y todos sabemos lo que estos señores tienden a considerar terrorismo, desde un escrache de la PAH a un movimiento social como el 15M, pasando por unos menores pidiendo calefacción en la llamada Primavera Valenciana o unos activistas de Greenpeace encaramados a una central de energía nuclear.
Decía George Orwell en su célebre novela 1984 que el miedo a cometer crimental era ya de por sí crimental. Están buscando no solo reprimir los movimientos sociales y los actos opositores al Gobierno. Este país intenta que no puedas comunicar lo que piensas, que el miedo se apodere de ti cuando comentes en un periódico o cuando intercambies opiniones en foros. Intentan que el miedo nuble el intercambio de la red de internet. Es la Operación Araña, buscando controlar lo que se teje en la red.
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