
Que los medios de prensa tradicionales dependen del dinero de sus patrocinadores y empresas anunciadas en sus páginas es un hecho. Que se modifique el contenido de una noticia en cuestión de minutos para eliminar un dato que podría perjudicar a un patrocinador en concreto, también, y sobradas muestras tenemos de ello. Pero que todos los periódicos se pongan de acuerdo en que el enfoque total de la noticia pervierta la realidad para favorecer la imagen general de la sociedad de consumo y evitar, así, que los lectores-consumidores se planteen el sistema en el que están inmersos es ya algo que raya la conspiranoia, y nos deja envueltos en el más tórrido de los ambientes distópicos. Sin embargo, eso es lo que ha ocurrido.
Ayer por la tarde se prendía fuego a sí mismo en el centro de Murcia un hombre que reclamaba a los Servicios Sociales la devolución de la custodia de sus hijas.
Hasta ahí llegan los titulares de los muchos medios que se han hecho eco de la escabrosa noticia. Una noticia triste y alarmante, sí, pero, obviando que se desconocen los motivos por los que le fue retirada la custodia (y que pueden resultar ser aún más escandalosos, o no), el verdadero titular y el fondo de lo noticioso debió haber surgido de otro asunto, a mi parecer, mucho más alarmante.
Lo importante del suceso se halla en los instantes inmediatos que siguieron a las llamas. Tras desplegar el protagonista del suceso una pancarta con sus reivindicaciones, rociarse con cinco litros de gasolina y prenderse fuego, varias de las personas que presenciaron el horror de la escena acudieron sin pensarlo a socorrer a la víctima, como parece lógico suponer que ocurra. Sin embargo, no todas lo hicieron.
Y aquí viene el punto matriz de este escrito: una dependienta de un comercio próximo, a la que se le solicitó una manta para poder extinguir las llamas que devoraban en ese justo momento el cuerpo del hombre, se negó a entregar la prenda porque, según sus propias palabras, “yo no puedo hacer eso”.
Ella no podía hacer “eso”.