
Francisco ha continuado despachando con sus colaboradores de forma virtual y oficiando misas en los últimos días, pero la actividad del estado paraíso fiscal del Vaticano, como la de Italia, ha quedado semiparalizada. Muchos de sus empleados están atrapados en casa y teletrabajando. El confinamiento, opina el Pontífice, puede servir para “redescubrir lo concreto de las pequeñas cosas, de los pequeños cuidados que hay que tener hacia nuestros allegados, la familia, los amigos”.
La solidaridad, también fiscal, opinó Francisco, será clave estos días: “Los que no pagan impuestos no solo cometen un delito, sino un crimen: si faltan camas y aparatos de respiración, también es culpa suya. Esto me impresionó mucho”. El Papa recordó a la gente que trabaja estos días para frenar la pandemia: “Agradezco a los que se dedican de esta manera a los demás. Son un ejemplo de esta sensibilidad hacia lo concreto. Pido que todos estén cerca de aquellos que han perdido a sus seres queridos. El consuelo debe ser ahora el compromiso de todos”.
Sin embargo el Vaticano sigue siendo uno de los paraísos fiscales con más dinero sobre la tierra que atrae capitales de todas sus iglesias y sectas católicas como el Opus Dei