
El anteproyecto de ley del Estatuto de las Personas en Formación Práctica No Laboral no es una reforma laboral; es un manifiesto de clase que ataca el corazón del Mecanicismo del sistema productivo español. Al intentar poner fin a la figura del «falso becario», la norma impulsada por el Ministerio de Trabajo y Economía Social declara la guerra a la Hegemonía Cultural que normaliza la explotación de la juventud bajo la coartada de la «formación».
La Amputación del Músculo y el Materialismo Histórico
La razón de la existencia de 1.65 millones de personas en prácticas no laborales (el 56% mujeres) es simple: son el último nicho de trabajo de coste marginal cero en Europa. Esta vasta multitud se enfrenta a una explotación que se alinea con la tesis de Antonio Negri y Jeremy Rifkin: el sistema busca producir y generar valor a través de la fuerza de trabajo inmaterial de la juventud, pero sin asumir el coste material.
El Fraude del Mecanicismo: La norma busca prohibir que las prácticas «sustituyan a trabajadores» y pone fin a las relaciones laborales «encubiertas». El ejemplo es claro: un periodista becario no podría publicar artículos, pues estaría ejerciendo la función de un profesional asalariado. Esto ataca la lógica del Mecanicismo que usa un componente de bajo coste para maximizar el output profesional.
La Negación de la Sobrevivencia: El Estatuto obliga a la compensación de gastos vitales (desplazamiento, manutención, alojamiento). Este es un ataque directo al modelo de coste marginal cero. Reconocer que el becario tiene necesidades materiales (élan vital) es obligar al sistema a invertir, rompiendo la cadena de dependencia absoluta.
La Resistencia de las Estructuras Parasitarias
La oposición al Estatuto es la prueba irrefutable de que la lucha no es educativa, sino materialista. Las dos estructuras que más se benefician de la servidumbre barata son las que ejercen la resistencia más frontal:
La CEOE (La Patronal): La patronal se ha descolgado de la negociación y ha manifestado su rechazo radical. Su argumento se centra en la disolución de las Cortes, pero la verdadera objeción es el fin de las prácticas extracurriculares y la imposición de multas de hasta 225.018 euros por el fraude en las becas. La CEOE defiende la existencia de una masa laboral barata para garantizar la rentabilidad empresarial.
Los Rectores (La Clase Intelectual Parásita): La comunidad universitaria rechaza frontalmente la norma. Su argumento, tan cínico como predecible, es que la compensación obligatoria por gastos supondrá una «disminución dramática» de la oferta de prácticas. En términos de Materialismo Histórico, esto significa que prefieren que la oferta de prácticas dependa de la explotación gratuita en lugar de exigir a las empresas que asuman el coste de la formación.
La lucha es clara. La ley es la acción política para liberar a 1.65 millones de becarios de su tutela económica y forzar al sistema a reconocerla.






