
Los recientes disturbios en Torre Pacheco, donde la violencia ha sido vestida con el manto cobarde del racismo, no son meros actos de vandalismo. Son la manifestación brutal de una enfermedad social subyacente que muchos eligen ignorar. Estos eventos son un recordatorio doloroso de que la ignorancia y el miedo, cuando se combinan, pueden desatar una regresión a la barbarie.
Desde la perspectiva de nuestra Sociología de las Estructuras de Clase y Redes de Poder, estos actos no nacen del vacío. Son el resultado de tensiones económicas y desigualdades estructurales que, como el filósofo del materialismo histórico Karl Marx argumentó en su obra El Capital, se desvían hacia chivos expiatorios raciales. La frustración por la precarización y la falta de oportunidades se canaliza de forma regresiva, culpando al «otro» en lugar de al sistema que genera la miseria para todos, independientemente de su origen.
El racismo, en su esencia, es una ideología de la estupidez. Desde la perspectiva de la Neurobiología de la Conciencia, es un fallo catastrófico en la capacidad de la mente para procesar la realidad sin sesgos primitivos, un estado de la mente que el pensador Baruch Spinoza podría haber descrito como una de las «pasiones» que alejan al individuo del conocimiento racional. Este enfoque mecanicista de la humanidad, que ve a las personas como piezas intercambiables de un grupo, es la antítesis de nuestra filosofía vitalista, que valora la fuerza única y la libertad de cada ser.
La respuesta a esta violencia no puede ser más represión ni más división. La única vía hacia una solución duradera reside en la Filosofía de la Libertad. Como escribió Henri Bergson en La evolución creadora, la genuina fuerza de un pueblo es un «élan vital» que se rebela contra la inercia de la historia y el dogmatismo. Es un trabajo arduo de Anarquismo de la Información y de solidaridad que trascienda las barreras fabricadas.
Condenar los disturbios de Torre Pacheco es un imperativo moral, pero el verdadero desafío es desmantelar las ideas y las condiciones que los hicieron posibles. Es nuestra responsabilidad despertar de este sueño de odio y construir un mundo donde la violencia racista no tenga lugar,