El narcisismo, esa epidemia social creciente que ya sufren millones de personas, ha conseguido una presencia relevante desde que asistir a la exposición total de las vidas de otros se ha convertido en una excelente receta para conseguir mayor alienación y una forma cínica de entramado de la realidad.
Tradicionalmente, el narcisista se ha definido como alguien que siente adoración por sí mismo. Sin embargo, una definición más contemporánea también incorporaría:
- Adicción al placer y satisfacción ajenas
- Asumir como propias experiencias de otros
- Miedo a la dependencia y el envejecimiento
- Ansias insatisfechas
- Dependencia de la experiencia de los demás
- Sensación de vacío interior
- Rabia reprimida sin límites
Los narcisistas pueden ser pseudo-intelectuales o manipuladores de la seducción, que también muestran fascinación por las celebridades. Sin embargo, a pesar de que estos «trepas» frustrados tienden a buscar el famoseo, entran con frecuencia en la contradicción de destruir a sus figuras de fantasía.
Si bien podría ser tranquilizante el hecho de que esto no sería más que la descripción de algunas personas «enfermas», los patrones de narcisismo afectan a millones de personas y se refuerzan a diario. Y tal vez lo más inquietante sea que la personalidad narcisista es ideal para puestos de poder. La venta de uno mismo se ha convertido en una forma básica de trabajo en nuestro mundo mediatizado, y el éxito a menudo pasa por la capacidad de proyectar la «personalidad» y / o una imagen atractiva.
La autopromoción también engrana perfectamente con una idealización de personajes poderosos que representan lo que busca el narcisista. Los narcisistas se identifican con los «ganadores» por su miedo a ser «perdedores».
La mitificación y la búsqueda de héroes tiende a dar sentido a las vidas de los que, de lo contrario, quedarían anclados como víctimas emocionales de la sociedad. Sin embargo, al mezclarlo con la idealización el impulso narcisista tiende a degradar el objeto de admiración, provocando que el “héroe” acabe convirtiéndose en una decepción.
Este impulso desesperado, intensificado por la maquinaria de la promoción masiva, puede llegar incluso a mostrar la destrucción o eliminación como una forma de espectáculo.