Pues resulta que el Sr. Mario Draghi –presidente de ese Banco Central Europeo que tanto interés tiene en nuestro país desde que estalló la crisis– se ha dignado a concedernos una visita al Congreso el 12 de febrero, tras la insistencia de sus señorías diputados, pero, eso sí, imponiendo “algunas limitaciones” al regalito de su presencia.
Las condiciones que Draghi exige para comparecer ante el Congreso son las mismas que ya se dieran cuando se personó ante al parlamento alemán:
Se oyen piar pajaritos con las intenciones de algunos diputados de ir retransmitiendo el sarao en tiempo real a través de las redes sociales mediante mensajes de Twitter, lo que sería posible suponiendo que el italiano no incluya una nueva restricción que obligue a sus señorías a dejar teléfonos móviles y chicles antes de acceder al hemiciclo. Pero, posible o no, ¿qué circo es éste en el que se impide la entrada a la prensa y donde los diputados han de convertirse en periodistas chateros para informar a la ciudadanía?
Es más, estas informaciones por medio de tweets tan sólo podrían considerarse como meras opiniones, y a tantos partidos políticos, tantas opiniones distintas. Quienes se sientan con representación parlamentaria por lo votado, fíense si lo desean de lo que les vaya llegando entre pío y pío; quienes ni siquiera se sientan representados -ya por decepción, ya por trampas de la ley electoral vigente- y deseen poder hacerse una opinión propia de primera mano, olvídense: la danza de los siete velos ya se ha puesto en marcha, una vez más, para evitar la mínima transparencia que lo haría posible.