- “La ley federal prohíbe a los niños de menores de 12 años comprar tabaco, pero les permite trabajar en el campo”
- Human Rights Watch denuncia que los adolescentes absorben la nicotina por la piel y, además, están en contacto con pesticidas, lo que puede causar depresión o problemas reproductivos futuros.
Las plantaciones de tabaco de EE UU y sus menores de edad trabajando más de 12 horas al día, soportando náuseas y mareos por los efectos de la nicotina, ofrecen una imagen impropia de la primera potencia mundial, que se resiste a renovar las leyes de trabajo infantil en la agricultura.
«Cuando llego al campo, me pongo una camisa de manga larga, unos guantes y un sombrero para protegerme. Me tapo la boca porque, a veces, el agua que está en las plantas entra en la boca», explicó recientemente Ana Flores, de 17 años e hispana, como la mayoría de los adolescentes que trabajan en las plantaciones de tabaco.
Flores, que empezó a trabajar en los campos cuando tenía 13 ó 14 años, acudió esta semana al Congreso de EE UU para presentar un informe de Human Rights Watch (HRW), grupo que entrevistó a 26 adolescentes de 16 y 17 años de Carolina del Norte para documentar las condiciones en las que trabajan.
Los estados de Carolina del Norte, Kentucky, Tennessee y Virginia son responsables de la producción del 90% del tabaco del país y, en ellos, se ubican grandes granjas que emplean a adolescentes para cortar las hojas de las que luego saldrán los cigarrillos.
Hasta hace poco, las granjas también daban trabajo a niños de 11, 12 ó 13 años, pero en 2014 dos grandes compañías de tabaco de EEUU, Altria (productor de Marlboro) y Reynolds American (conocido por Camel), decidieron que no comprarían tabaco de aquellas granjas que emplearan a niños de menos de 16 años.
Pero jóvenes, que todavía están creciendo, como Flores siguen trabajando en los campos de tabaco entre 11 y 12 horas al día y, muchas veces, sin la protección adecuada, con dificultades para utilizar el baño y con insuficiente acceso a agua, según el nuevo estudio de Human Rights Watch.
«Me empiezo a sentir mal cuando estoy trabajando porque el campo está muy caliente. Siento náuseas como que quiero vomitar pero no vomito. Me siento débil, cansada, me duelen los músculos. Llego a casa y, cuando me baño, los químicos que están en mi cuerpo, se quitan, entran en mis ojos y me duele», cuenta Flores.
«Me salen granitos», dice la joven, que empezó a trabajar porque sus padres se divorciaron y tuvo que apoyar económicamente a su madre y a sus tres hermanos pequeños. En su informe de 73 páginas y titulado Un trabajo que intoxica: adolescentes en las plantaciones de tabaco, Human Rights Watch denuncia que los adolescentes absorben la nicotina por la piel y, además, están en contacto con pesticidas, lo que puede causar depresión o problemas reproductivos futuros.
«Necesitamos disposiciones expresas en la ley que deben proteger a los menores de los peligros de este trabajo. La ley federal prohíbe a los niños de menores de 12 años comprar tabaco, pero les permite trabajar en el campo. La incongruencia es clara», denunció esta semana en el Congreso el legislador David Cicilline.
Cicilline y otros congresistas, como la representante de California Lucille Roybal-Allard, han hecho diferentes propuestas legislativas para que el Congreso cambie las leyes laborales y evite que los niños trabajen en la agricultura con 12 años y se expongan a trabajos calificados como «peligrosos» con 16, como ocurre ahora.
Los congresistas, Human Rights Watch y la joven Ana Flores unieron sus voces para pedir al Congreso y al Gobierno que no dejen la legislación laboral en manos de las compañías tabacaleras (las únicas que han introducido límites de edad) y prohíban que adolescentes menores de 18 años trabajen en los campos.
Los efectos a largo plazo de los pesticidas y la exposición a la nicotina son todavía desconocidos, pero Flores no para de hacer planes para el futuro. «Este es mi último año de instituto y quiero estudiar, ir a la universidad y hacer algo para ayudar a los demás. Los estudios son muy caros, así que voy a pedir becas y también trabajar. Pero, ya no en el tabaco», comentan la muchacha, que no quiere que sus hermanos pequeños vivan su experiencia. «No, no, de ninguna manera (destacó la joven). No quiero que mis hermanitos trabajen. En el siglo XXI los niños no deberían trabajar en campos».
Sin embargo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 168 millones de niños trabajan en todo el mundo y algunos de ellos, como revela Human Rights Watch, viven en países del primer mundo, donde la imagen de un niño que corta plantas que le doblan en tamaño parecía cosa del pasado. (Agencias)