El juez ha suspendido este miércoles en la Audiencia de Madrid la declaración del falso cura que entró el 23 de octubre de 2013 en el domicilio del extesorero del PP Luis Bárcenas, después de que se llevara las manos a la cabeza, pidiera que le condenaran y dijera que había unas voces en su cabeza que no le dejaban en paz.
El presidente del tribunal ha hecho una pausa de diez minutos y ha instado al abogado a hablar con su cliente para que pueda declarar y le informe sobre la forma de conducirse ante un tribunal.
Pero poco después el juicio ha tenido que ser suspendido una hora y media porque el encausado ha sufrido una aparente crisis nerviosa y haya empezado a gritar: «Condénenme a lo que quieran, firmo lo que sea; estas voces no me dejan en paz, lárguense de mi cabeza».
El doctor Cartagena, que ha atendido posteriormente al procesado, ha indicado que de la exploración que le ha realizado se desprende que tiene pulso, reflejos y tensión normales. «Los síntomas de mareo y deambulación que hace que no ande autónomo, sino ayudado, no se corresponden con ninguna patología clínica», ha señalado.
El médico ha destacado la «absoluta negatividad y falta de colaboración» del acusado. «La auscultación pulmonar y cardiaca realizada no se corresponde con ningún cuadro clínico ni con su negatividad. No hemos podido diagnosticar trastorno de tipo físico y psíquicos», ha dicho.
Además, ha aclarado que no existen antecedentes médicos de dicha crisis y que el ansiolítico que ha tomado en una pausa de la declaración no ha podido hacer efecto de ningún tipo por el escaso tiempo que pasó hasta la supuesta crisis nerviosa.
El doctor también ha negado que se haya tratado de un trastorno de personalidad, ya que dicha dolencia «no altera en absoluto la inteligencia y no produce un cuadro como el que ha manifestado». Por todo ello, ha concluido que no se ha producido trastorno clínico alguno, sino que se ha tratado de una simulación.
Advertencia de expulsión de la sala por parte del juez
Tras la declaración de Cartagena, el magistrado ha preguntado al procesado si quiere continuar con su declaración, interpelación a la que ha hecho caso omiso, con la mirada desviada y una actitud pasiva. «Su actitud es inconveniente y si persiste en ella le expulsaré de la sala», ha advertido el juez que, tras tres intentos más, ha ordenado retirar al detenido de la sala.
En las pocas preguntas que ha respondido, el acusado ha narrado los hechos: «Le dije que era el padre Enrique. Iba vestido de negro con un alzacuellos, en apariencia como un cura. Dije una mentira, que iba de parte del obispado para hacer una averiguación y me permitieron subir, así que usted se equivocó cuando me ha dicho que era allanamiento de morada», le ha espetado al fiscal.
«Sabe lo que le digo, que me condenen a lo que quieran. Firmo 20 años o lo que me digan. Estas voces no me dejan en paz. Por favor, no quiero oírlas más, lárguense de mi cabeza, déjenme en paz, por favor. Estas voces no me dejan en paz, fuera de mi cabeza», ha repetido gritando el procesado en varias ocasiones.
Por todo ello, el juez decidió suspender temporalmente el juicio y desalojar la sala, para que el encausado fuera tratado por un médico.
“He venido para derrocar al Gobierno”
Rosalía Iglesias ha reclamado «justicia» a su llegada a la Audiencia Provincial de Madrid. Acompañada de su empleada del hogar, que también se encontraba en casa en día de los hechos, la mujer de Bárcenas ha confesado que tiene ganas de declarar, pero que no quiere ver al acusado. «No quiero verlo, ya nos ha hecho bastante daño», ha confesado Rosalía Iglesias, que ha añadido que quiere «justicia, por supuesto».
En su detallado relato, Iglesias ha narrado cómo el 23 de octubre de 2013 se presentó en su casa un hombre vestido de sacerdote que dijo ser enviado por el Obispado para entregar un importante mensaje relativo a los deseos del juez Ruz de excarcelar a Bárcenas, motivo por el que reunió a madre e hijo y a la empleada del hogar en el salón.
El falso cura habría iniciado entonces una charla que se prolongó durante veinte minutos, aportando datos que denotaban que tenía un buen conocimiento de la familia, como el nombre del centro de estudios del hijo de Luis Bárcenas, Guillermo, durante su estancia en Nueva York.
Según la mujer de Bárcenas, tras esos veinte minutos, alegando que iba a coger un medicamento del maletín, el hombre aprovechó para sacar el revólver con el que amenazó de muerte a la familia maniatándoles, anunciando que no era un verdadero sacerdote y que estaba ahí por lo que “sabía” que tenían en la vivienda, los famosos pen-drive de Bárcenas conteniendo los documentos que verificarían la corrupción en el Partido Popular.
En palabras de la esposa de Bárcenas, Olivares habría comunicado que había “venido para derrocar al Gobierno” y que “quien me ha mandado sabe que esa información está aquí”, insistiendo en obtener los pen-drive a pesar de las negativas de Rosalía Iglesias, quien aseguraba que no se hallaban en la casa.
Iglesias también ha narrado que fue su hijo Guillermo quien, asestando un cabezazo a Olivares, logró soltarse y sustraerle la pistola mediante forcejeo, atarle y lanzarse a la calle en busca de ayuda. Cuando la Policía llegó al lugar de los hechos, ya se encontraba allí un antiguo empleado de Bárcenas, quien habría ayudado a inmovilizar al acusado.
La defensa pide la absolución alegando alteración mental
Enrique O. G., que se encuentra en prisión provisional, padece un trastorno de la personalidad de rasgos paranoides, narcisistas y antisociales, por lo que sus facultades cognitivas y volitivas se hallaban afectadas al menos de forma moderada, siempre según el fiscal.
El acusado, Enrique O.G., se enfrenta a una petición fiscal de 18 años de prisión por la supuesta comisión de tres delitos de detención ilegal, dos de coacciones y uno de tenencia ilícita de armas y tres faltas de lesiones.
La acusación particular ejercida por la familia Bárcenas solicita una condena del 19 años y seis meses de prisión para el acusado, mientras que la defensa pide su absolución al estimar que se le debe aplicar la eximente de alteración mental. (EFE)