Inquietante resulta, cuanto menos, la ‘casualidad’ de la coincidencia en el mismo día de dos sesiones parlamentarias clave para el pueblo español en el mes de febrero.
Atiendan, por favor, a las siguientes citas:
Día 12 a las 14.00 h.: Comparecencia a puerta cerrada del presidente del BCE, Mario Draghi, en el Congreso de los Diputados.
Día 12 a las 17.00 h.: Votación de la admisión a trámite de la ILP presentada por la Plataforma de Afectados por las Hipotecas.
Por supuesto que existen motivos para celebrar la admisión a trámite de la Iniciativa Legislativa Popular ampliamente apoyada en la calle, aunque eso sólo signifique que el Partido Popular haya consentido que la ILP pueda ser debatida en la cámara y no que sea aprobada, que ya se encargarán los populares muy probablemente de imposibilitarla posteriormente haciendo uso de su mayoría absoluta.
Sin embargo, la victoria ciudadana de ayer con la consiguiente algarabía feliz en las redes y los cafés eclipsó por completo la otra gran noticia del día: el asalto a la soberanía popular de este país por parte del presidente del Banco Central Europeo, que se ha colado en el Congreso, en nuestra casa, la casa del pueblo, imponiendo sus condiciones oscurantistas mientras el pueblo estaba de comida (el que pudiera hacer pasar el trago) o de duelo por el ‘asesinato’ de una pareja de jubilados y de intriga por la votación a la que se procedería apenas un par de horas después.
Tan sólo un centenar de personas se congregaban a mediodía a las puertas del Congreso para gritarle a Draghi que así no, que no puede seguir humillando de ese modo a los españoles por mucho que sus representantes parlamentarios le rindan pleitesía. Y mucho me temo que la mayoría de los concentrados allí a la hora de comer estaban simplemente, bocadillo en mano, esperando la “votación de la hipoteca”, otro asunto de bancos y economía que, aunque algo más doméstica, también se relaciona, cómo no, con los asuntos del Banco Central Europeo.
En el interior del Congreso, un par de diputados –se me antojan a medio camino entre el Inspector Gadget y Austin Powers– se las ingeniaban entonces para intentar hacernos llegar, convertidos en espías tecnológicos, la grabación de la sesión con Draghi. Pero no les fue posible emitir en streaming o tiempo real: el edificio había sido blindado a las telecomunicaciones eliminando la señal wi-fi y usando, para anular el funcionamiento de los dispositivos móviles, inhibidores de frecuencia, unos aparatos que fueron concebidos en su origen sólo como medio de protección ante posibles ataques terroristas.
Dentro del Palacio de las Cortes quedaban aislados de comunicación con el exterior señorías y periodistas (fuera de la sala estos últimos, por supuesto, exigencia de Draghi), que no podían desempeñar bien su trabajo.
Disparatado debe ser relacionar mentalmente al pueblo español con terroristas de estado y a los diputados rebeldes con espías, pero la comparación se me hace inevitable.
Cuando horas después, finalizada ya la votación, las redes sociales se colapsaban con la buenanueva de la ILP y los vídeos con los miembros de la plataforma siendo expulsados por la fuerza del pleno, los diputados-espías trataban entonces de hacernos llegar al pueblo-terrorista en diferido las imágenes ‘robadas’ subrepticiamente durante la sesión con la comparecencia del economista Draghi. Pero pasaban las horas cibernéticas sin pena ni gloria para estos documentos.
No nos equivoquemos, el velo sobre el allanamiento de Draghi de la casa del pueblo no se ha tendido porque el pueblo andaba de festejo: si la ILP hubiera sido tumbada por el partido en el gobierno, igualmente la presencia del presidente del BCE habría pasado desapercibida debido a la indignación consiguiente y, por qué no decirlo, el cabreo de la ciudadanía en los foros.
Repito: ¿es casualidad que Draghi haya venido el mismo día que se mantiene al pueblo en la ilusión de la democracia participativa entre toros y casas?
Otro expediente X.