Desde la prehistoria hasta ahora, desde las paredes cavernarias, pasando por los pupitres del colegio o los azulejos de los retretes públicos hasta las fachadas de nuestras ciudades actuales, el ser humano siempre ha sentido la pulsión de dejar su impronta y expresar su pensamiento, aunque tan solo fuera una firma con fecha o un corazón en el que “Pepe ama a Rosa” se deja atravesar con una flecha.
Pero nunca se han visto nuestras calles tan pintarrajeadas de protesta social como desde hace unos pocos años a esta parte. La consigna más antipolítica que política, la crítica al sistema establecido, la rabia generada por los recortes en los servicios públicos, el grito escrito que denuncia un sueldo miserable, la injusticia de la riqueza en manos de unos pocos o el drama de verse robar la vivienda por la avaricia de la banca han saltado en letras a estampar los muros circundantes de los solares vacíos, las vallas de las obras abandonadas y hasta las fachadas de algunas sedes de partidos políticos.
La crisis, la precariedad laboral, el peso de las hipotecas y el drama de los desahucios, el ministro Gallardón y su proyecto de reforma de la ley del aborto, el ministro Wert y su denostada reforma educativa, la corrupción política, la democracia fallida, los abusos de la banca y los abusos policiales son, entre otros, los temas que han movido en los últimos años, con mayor rabia o ingenio, la pintada reivindicativa. Pero no solo, también las llamadas a la lucha social, a no rendirse, a continuar trabajando por un mundo mejor han compuesto mensajes en las paredes de nuestras calles.
Quizás el motivo por el que estas pintadas-protesta han proliferado ahora en nuestras ciudades, además de por las concretas circunstancias sociopolíticas actuales y el descontento general de la ciudadanía, se encuentre en la existencia de las redes sociales, verdadero muro reinventado en el que expresar actualmente las ideas, ya que han servido como altavoz para la escritura callejera, que deja de ser vista solo por transeúntes para multiplicarse fotografiada, ampliamente difundida, en canales virtuales.
Twitter, Facebook, Instagram, Flicker y hasta Youtube registrando el proceso de escribir sobre una tapia, recogen y expanden las imágenes del texto que expresa la protesta y que, si bien en la calle tiene sus días contados ya sea por efecto de la climatología o de los servicios de limpieza dirigidos desde los ayuntamientos, en Internet quedan plasmados y recogidos para siempre.
Basta con echar un vistazo al buscador Google introduciendo tan solo la palabra “pintada” para que la pantalla nos devuelva multitud de estas protestas ciudadanas, tal vez inexistentes ya en el lugar físico en el que fueron realizadas pero aún ahí en la red.
Aunque este tipo de protesta es en ocasiones más elaborada mediante técnicas diversas que van del colorido graffitti al simple estarcido (plancha preconfeccionada sobre la que se rocía rápidamente con pintura en spray), pasando por los murales y collages de incluso artistas reconocidos, hoy queremos recoger en este artículo la rabia social pintarrajeada a mano, mayoritariamente anónima, aunque, como escribía Neorrabioso en una de sus grafismos poéticos firmados, lo peor sea “cuando terminas la pintada y la pared no aplaude”.