Las protestas ciudadanas volvieron a desatarse ayer en numerosas ciudades de Turquía tras las palabras del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, durante su visita a la población de Soma, donde el accidente en su mina ha costado la vida a tres centenares de personas. La ciudadanía culpa directamente a Erdogan de esas muertes achacándolas a la privatización de la mina, una más de las múltiples privatizaciones que el denostado Gobierno ha llevado a cabo.
Las palabras con las que el primer ministro pretendió restar gravedad a la situación comparando las cifras de muertos del accidente en Turquía con otros desastres mineros de países extranjeros terminaron de encender la mecha de la ira de la población turca, cuya indignación ha ido en aumento desde las protestas, violentamente reprimidas por la Policía, del Parque Taksim Gezi en mayo y junio del año pasado.
Las imágenes de un trajeado asesor del primer ministro turco pateando a un manifestante familiar de fallecidos en la mina, mientras este permanecía en el suelo reducido por el equipo de seguridad de Erdogan, han terminado de caldear el ambiente recorriendo las redes sociales en el país.
El peor desastre minero en la historia de Turquía, con al menos 274 muertos y cuya cifra a todas luces se incrementará, ha ahondado la división de la sociedad turca con una sucesión de manifestaciones por todo el país e incluso supuestos intentos de agresión contra el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan.
Los familiares de los obreros fallecidos en la mina de carbón de Soma, donde el martes se declaró un incendio, se abalanzaron abucheando al primer ministro cuando visitó la ciudad. Erdogan tuvo que refugiarse en un supermercado, mientras que su entorno quitó la matrícula oficial a su coche para evitar que se convirtiera en blanco de la muchedumbre.
La rabia apenas contenida de los mineros se contagió a decenas de ciudades en el resto del país y se registraron choques policiales tanto en la capital, Ankara, como en Estambul y Esmirna. Especialmente en la propia Soma, la ciudad minera de la provincia occidental de Manisa donde su produjo el accidente, la actitud de las autoridades inflamó los ánimos.
Huelga general y protestas contra las políticas económicas del Gobierno de Erdogan
Varios de los mayores sindicatos del país han convocado una huelga general para hoy jueves, así como marchas de protesta en solidaridad con los fallecidos y contra las políticas económicas del gobierno.
Ya no queda esperanza de hallar a supervivientes, y todo indica que el total de muertos superará los 300, dado que a los 274 confirmados hay que sumar un centenar de mineros aún atrapados a una distancia de tres a cuatro kilómetros de la boca del pozo.
El ministro de Energía, Taner Yildiz, detalló que la alta concentración de monóxido de carbono en el pozo impide a los equipos de rescate avanzar por la mina, convertida en una trampa mortal que se ha cobrado ya la vida de algunos miembros de estos equipos.
Erdogan tampoco alimentó esperanzas de que se pudieran hallar supervivientes, pero subrayó que las autoridades se están ocupando de los fallecidos de la mejor manera. «Haremos lo posible en lo material y lo espiritual. Rezan por ellos en los cursos coránicos y serán recordados en el sermón del viernes», indicó Erdogan, dirigente del partido islamista Justicia y Desarrollo (AKP).
Prometió una «investigación legal para clarificar las circunstancias» de lo ocurrido, pero se negó a adjudicar responsabilidades y describió el accidente minero como fortuito, comparándolo con las desgracias ocurridas en el pasado.
«Deberían ustedes saber cómo funciona la minería. En 1862 murieron 262 personas en una mina de carbón de Inglaterra, en 1866 fueron 361, en 1894, otros 290… En China murieron 1.549 en 1942, en Japón, 458 en 1963, en India, 372 en 1975. Este tipo de accidentes ocurre todo el rato», relató Erdogan.
«Se hizo una inspección de la mina en marzo pasado y no hubo irregularidades. Trabajar sin accidentes es imposible y esta mina es una de las mejores en cuanto a condiciones de seguridad», aseveró.
«Las muertes empezaron con la privatización»
Los sindicatos, en cambio, creen que la causa de la tragedia es clara: las políticas de privatización y subcontratación, impulsadas por el gobierno del AKP desde su llegada al poder en 2002.