
Foto oficial del Berlin Festival - "Gelände", por Thomas Quack
El Berlin Festival 2013 se clausuró alcanzando la cifra de 20.000 asistentes en el antiguo aeropuerto de Tempelhof, tras dos días de emocionantes actuaciones de artistas como Björk, Blur, Pet Shop Boys o My Bloody Valentine.
Los festivales de verano tienen mucho encanto. Y no me refiero al talento musical de los artistas que constituyen el line-up. Éstos se dan por descontados. La lluvia, el barro y, por supuesto, las colas para entrar en el baño son la esencia de un festival de verano. Pero no, nada de esto estuvo presente en el Berlin Festival.
La eficiencia alemana por fin se hizo ver (no como anteriores ediciones) y se encargó de la puntualidad de los escenarios y de que hubiera más aseos que en el palacete de Pedralbes, hasta parecía que hubieran conseguido que durante los dos días que duró el festival brillara el sol (algo raro en estas fechas por estas latitudes).

Pero lo realmente impresionante es el edificio que aloja el inhabilitado aeropuerto de Tempelhof, casi grotesco por sus dimensiones típicas de la arquitectura neoclásica alemana. No en vano fue el edificio de mayores dimensiones del mundo, hasta que se construyó el Pentágono. La organización del festival hizo un guiño al antiguo uso del edificio exhibiendo grandes pantallas similares a las que se encuentran en los aeropuertos, indicando las “salidas” de las distintas actuaciones, el lugar y la hora, nada más acceder a la terminal. Lástima para algunos de los grupos cuyas actuaciones coincidían en el tiempo, pero es lo que tienen los festivales.
En cuanto a la música, tal y como parece la moda de este año, se dio la mezcla de nuevos valores con algunos consagrados, un poco de representación nacional y consagradísimos cabeza de cartel.
Entre los nuevos valores a seguir, Big Black Delta, Parquet Courts y Sohn, y entre los consagrados, White Lies (que no defraudaron) y The Sound (que como que sí lo hicieron). La representación patria alemana cayó en Get Well Soon, Casper y en MIA. (con un solo punto al final añadido para no evitar confusiones), pop alemán desconocido por aquí y que, como sigan perdiendo fuelle de esa manera, no llegaremos a conocer.

Y las vacas sagradas, entre ellas dos grupos que pareció que se fueron para no volver pero que aquí están. El primero, My Bloody Valentine, que no ha perdido ni un ápice de fuerza y que al menos se han molestado en grabar nuevo material. Y, por supuesto, Blur, el gran cabeza de cartel del festival, que no ha grabado material nuevo quizás porque con toda la música que tiene ya funciona, logrando dejar su grandiosa huella indie-pop en un concierto plagado de grandes éxitos que emocionaron al público en bloque, con temas que nos llevan haciendo saltar desde mediados de los noventa, contentando tanto a fans como a los no muy fans, que si tienen cierta edad habrán oído sus canciones sí o sí.
La reputación de Pet Shop Boys quedó salvada por su espectacular atuendo, una chaqueta compuesta de innumerables pajitas negras que les confería un cierto aire de puercoespín. Por fortuna para ellos invirtieron en lo visual, ya que desviaba en parte la atención de un molesto eco que impidió que el sonido estuviera a la altura de las expectativas. Aunque empezaron un poco fríos, acabaron a lo grande, algo fácil de conseguir cuando se puede finalizar un concierto con ‘Rent’, ‘It’s A Sin’, ‘Domino Dancing’ y ‘Always On My Mind’.

La última gran actuación fue probablemente la de Björk, y digo probablemente porque es difícil tener la seguridad de que fuera ella. La voz era inconfundible, agudos y graves, armónicos y estridentes a la par, como solo ella puede ofrecer, pero la cara no se le vio. Al kimono amarillo a media pierna lo acompañó una máscara/artefacto en forma de diente de león que le cubría la cabeza 360°. A la flor Björk aún se le adivinaban sus facciones características; las cejas se entreveían: sí, era ella. Y solo ella viene acompañada desde Islandia por un coro de 40 chicas que cantan y bailan a su son, como si su buen saber escandinavo se propagara y se corporizara en cada una de ellas.
Hubo grandes éxitos clásicos alternados por temas del álbum “Biophilia”, que da nombre al tour que concluyó con este concierto. Curiosidades de la vida: mientras Björk gritaba en el escenario “craving miracles”, un púber yacía en el suelo, entre el público, afectado por lo que parecía un coma etílico. El milagro se materializó en cuestión de segundos en forma de paramédicos que trasladaron al chico a mejor puerto. Esa noche habrá soñado, como muchos de nosotros, con dientes de león, con el rostro de Björk, que nos dicen que ella es la cazadora.
Y así, la octava edición del Berlin Festival llegó a su fin el domingo por la mañana bajo el sol del verano, tras una gran cantidad de espectaculares actuaciones y más de 20.000 asistentes que aterrizaron en el aeropuerto de Tempelhof y el Club Xberg en el Arena Berlin este año. Esperamos ya con ansiedad la próxima edición del festival con el Berlin Festival 2014.