Personas de 63 países diferentes se dieron cita en el Rototom, el festival europeo de música reggae por excelencia.
Este año el área No Profit acogió las iniciativas de diversos colectivos sociales como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, ATTAC, Greenpeace, Casa África Valencia o Amnistía Internacional.
El festival cerró con la actuación de Damien Marley, que reunió a más de 30.000 asistentes.
Nada más llegar a la ciudad castellonense decidí buscar un supermercado para hacer las últimas compras. Durante el último fin de semana del festival todas las tiendas estaban abarrotadas, el final de las colas para pasar por caja se perdía en un mar de rastas infinito.
Aquella espera me hizo empezar a entender lo que sería el festival, una cajera lo resumió en pocas palabras cuando una señora empezó a quejarse del incivismo de los festivaleros. “Pues mire, ¿qué quiere que le diga?, prefiero mil veces más que vengan estos chavales que tener una cola igual de veraneantes. Ellos esperan pacientes y no se quejan jamás, los turistas que vienen a sus apartamentos no aguantan una cola la mitad de larga y a la que te das cuenta se ponen a discutir entre ellos, a empujarse y a meter prisa. Estos chavales son de lo más paciente y tranquilo que hay”. La señora no supo muy bien qué contestar y la cajera sonrío con gesto triunfante.
Entrar al festival es entrar a otro mundo, las puertas con saludos en decenas de idiomas te transportan a un paraíso de multiculturalidad y tolerancia. Personas de más de 63 países del mundo se encargan de aportar al Rototom esa esencia suya tan particular que lo hace único. Mención aparte se merece la organización, cuya gestión y método son impecables, la mejor de cuantos festivales he pisado, sin ninguna clase de dudas. Ni una aglomeración, ni montones de basura sin dueño, ni un percance, ni una zona desatendida…, todo quedaba listo para atender lo mejor posible al visitante.